Este curso nos enseña que no hay grados de dificultad en los milagros; todos son iguales y ninguna es más grande o difícil que otra. Todas las expresiones de amor son máximas y los milagros ocurren naturalmente como expresiones de amor. El verdadero milagro es el amor que los inspira, y cualquier cosa que provenga del amor es un milagro.
Los milagros representan vida, y Dios, el dador de la vida, nos guía concretamente, proveyendo todo lo que necesitamos saber. Los milagros deben ser hábitos involuntarios y no deben ser controlados conscientemente, ya que seleccionarlos conscientemente puede ser desacertado. Los milagros ocurren naturalmente, y cuando no lo hacen, algo está mal.
Todos tienen derecho a los milagros, pero es necesaria una purificación previa. Los milagros curan porque suplen una falta, actuando como un intercambio donde aquellos con más temporalmente ayudan a aquellos con menos. Este intercambio invierte las leyes físicas y brinda más amor tanto al que da como al que recibe. Los milagros no deben ser usados como espectáculo para atraer creyentes, pues esto muestra una falta de comprensión de su propósito.
La oración es el vehículo de los milagros, siendo el medio de comunicación entre lo creado y el creador. A través de la oración se recibe amor y mediante los milagros se expresa amor. Los milagros son pensamientos que pueden operar en niveles físicos o espirituales, alterando el orden temporal al cancelar el pasado en el presente y liderar hacia el futuro.
Los milagros son expresiones de perdón y aceptación del perdón de Dios al extenderlo a otros. Ayudan a curar porque reconocen la perfección y colocan los niveles en su debida perspectiva, eliminando la confusión que causa enfermedad. Los milagros permiten que la mente sea una con Dios, basándose en la cooperación y reflejando las leyes de la eternidad.
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